TALLER DE
RELIGION 1º PERIODO
EL
CONTEXTO HISTORICO DEL NUEVO TESTAMENTO
Haga un análisis
de acuerdo al texto anterior.
1-
En qué libro
aparece el sucesor legitimo de David.
2-
Haga un breve
resumen de lo que sucedió durante esos 400 años de silencio que habla el texto.
3-
¿Por qué murió
Alejandro y que fin tuvo su Imperio?
4-
¿Qué paso con
Jerusalén en el año 203 a. de C?
5-
¿Cuáles fueron
las causas que llevaron a Roma a interceder y conquistar Palestina en el 63 a.
de C?
6-
Haga un marco
geográfico e histórico de las culturas judía, griega y romana
7-
Haga un paralelo
entre la doctrina de la iglesia cristiana y la religión judía.
8-
Realiza un
análisis de los siguientes textos bíblicos Mt
22.23–33; Hch 23.6–8; 1 Co 15.12–58
9-
Haga una
definición de cada una de las tres clases sociales: una alta, una media y otra pobre.
10- Establezca diferencias entre los siguientes textos
bíblicos Ex 23.10–11; Lv 25.1–7; 26.34, 43; Mt 20.1–16;
Mc 10.46
11- Realice un contexto social, cultural, político,
religioso de los siguientes grupos: fariseos, saduceos, herodianos, esenios, celotes.
12- Investiga la historia de la septuaginta o LXX
13- Realice una reseña histórica sobre la cultura
helenista y que impacto causo en la cultura judía.
14- Dibuje un mapa donde se observe las regiones
conquistadas por el Imperio romano en tiempos del nuevo testamento.
15- Investigue la biografía de Herodes el Grande.
16- Escriba los milagros realizados por Jesús que más se
destacan en los cuatro evangelios.
17- Investigue la biografía de los siguientes
historiadores: Filón de Alejandría, Flavio Josefo, Plinio
EL CONTEXTO HISTORICO DEL
NUEVO TESTAMENTO
Por Equipo VPEE, José Soto Villegas. Tomado de Descubre
la Biblia, SBU.
La mayoría de los libros del Nuevo Testamento se
escribieron durante la segunda parte del siglo I d.C., y en ellas se refleja el
medio histórico y cultural imperante en ese momento. El Nuevo Testamento surge
entonces bajo la influencia de tres grandes culturas de la época: la judía, la
griega y la romana. Por eso sobre la cruz de Jesús aparece un letrero escrito
en hebreo, griego y latín (Jn. 19:19-20).
El Nuevo Testamento y el
ambiente judío
Sin conocimiento del factor cultural judío, es
imposible comprender el Nuevo Testamento. Esto es cierto porque gran parte de
los personajes de la época del Nuevo Testamento son judíos: Jesús, sus
discípulos y sus apóstoles, y los primeros creyentes de la iglesia. Jesús habló
el arameo, vivió en Galilea y Judea, y murió en Jerusalén.
Hay tres aspectos del ambiente judío que son
importantes destacar aquí: el religioso, el social y el literario.
Aspecto religioso
Hay una estrecha relación entre la iglesia
cristiana y el pueblo judío, sobre todo en lo que a la religión respecta. En el
centro de la fe judía está la afirmación de que «Dios es el único Señor» (Dt
6.4; Mc 12.29; DHH), que sus leyes son sabias y dignas de obediencia (Sal
78.5–8), y que él ha escogido un pueblo para sí mismo. Nada de eso está ausente
en la fe cristiana. En realidad, las Escrituras de Israel, donde los profetas
dejaron registrado el mensaje de Dios para su pueblo, siguieron siendo las
Escrituras de la iglesia cristiana. Sería mucho tiempo después cuando se
agregaría el Nuevo Testamento. Por eso en el Nuevo Testamento se ven
registradas muchas de las costumbres religiosas judías y se menciona a los
grupos judíos más influyentes de la época (Mt 22.23–33; Hch 23.6–8; 1 Co
15.12–58).
Por otra parte, la esperanza en la venida del
Mesías significaba para los judíos el deseo de ver cumplida la justicia por la
mano misma de Dios. De modo que las naciones e individuos que se oponían al
pueblo judío recibirían su castigo; y el pueblo escogido y los justos tendrían
su recompensa. Pero con la muerte y resurrección de Cristo los primeros
cristianos entendieron que la salvación prometida y el juicio mismo incluían a
todos los seres humanos de todas las épocas (Jn 3.14–18; 12.32; 1 Ti 1.15;
2.4).
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Aspecto social
También se debe tener en cuenta la situación
social. En la sociedad israelita de la época de Jesús había tres clases
sociales: una alta, una media y otra pobre. La clase alta se componía de las
familias de los jefes políticos y religiosos, de los comerciantes solventes y
terratenientes, y de los recaudadores de impuestos (publicanos). La clase media
contaba con los medianos y pequeños comerciantes, los artesanos, los sacerdotes
y los maestros de la ley. Por último, la clase pobre, la más numerosa, estaba
formada por jornaleros que vivían al día (Mt 20.1–16), y por muchos otros que
vivían al margen de la sociedad, como los mendigos, los leprosos y los
paralíticos (Mc 10.46).
Según las leyes, el lugar más bajo en la escala
social lo ocupaban los esclavos, aunque su situación real dependía de la
posición y carácter de sus amos. Los esclavos que no eran judíos rara vez
recuperaban su libertad. En cambio, los esclavos israelitas podían recuperar su
libertad en el año sabático. El año sabático se celebraba cada siete años, y su
objetivo era que no se cultivara la tierra durante un año, para celebrar así un
año en honor a Dios (Ex 23.10–11; Lv 25.1–7; 26.34, 43). Como no se debía
cultivar, no se podían saldar las deudas, y éstas se perdonaban. Del mismo modo,
eran liberados los esclavos israelitas que habían trabajado durante seis años.
Los principales oficios eran la agricultura, la
ganadería, la pesca (en el lago de Galilea), trabajos artesanales (alfarería,
zapatería, carpintería, albañilería, etc.) y el comercio. También la atención
del templo daba trabajo a un gran número de sacerdotes y levitas.
Se dice que la población de Palestina en la
época de Jesús pudo haber sido de aproximadamente un millón de personas.
Los judíos no formaban un grupo religioso y político
unido. Decimos religioso y político porque ambos aspectos estaban muy
relacionados. En este sentido, los judíos se habían dividido en muchos grupos.
En el Nuevo Testamento se mencionan varios de ellos: los fariseos, los
saduceos, los herodianos y los maestros de la ley. Los fariseos eran un
grupo más que todo religioso. Defendían la estricta obediencia de la ley de
Moisés, de las tradiciones y de la piedad popular (Flp 3.5–6). Representaban el
grupo con más autoridad entre el pueblo. Eran influyentes y participaban en la
dirección política. Después de la destrucción del templo de Jerusalén (año 70
d.C.), fue el grupo que predominó entre los judíos. Este grupo sostuvo la idea
de la vida eterna, el libre albedrío y la providencia. Los saduceos, en
su mayoría, venían de familias de sacerdotes aristocráticos. El grupo se
asociaba con los sacerdotes y con el Sanedrín o tribunal judicial israelí.
Negaban la vida futura y la existencia de los ángeles y espíritus (Mt 22.23–33;
Hch 23.6–8). También desaparecieron con la caída de Jerusalén. Un grupo menor
fue el de los herodianos (partidarios de Herodes; Mt 22.16), y el de los
esenios. Los esenios no se mencionan en el Nuevo Testamento; sin
embargo, los historiadores y testigos de la época (Filón de Alejandría, Flavio
Josefo, Plinio), e incluso los primeros padres de la iglesia (Justino, Clemente
de Alejandría, Orígenes), reconocieron su importancia. Cultivaban una vida
comunitaria y muy organizada, los bienes eran comunes y exigían el celibato, la
rectitud moral, la modestia, los vestidos blancos, las comidas comunitarias,
las abluciones o ritos de purificación con agua, y el separarse del resto de
los judíos. Creían en las doctrinas hebreas y en la necesidad de purificarse
con persistencia. Pero también tenían muchas creencias paganas: el determinismo
universal, la adoración del sol como dios, y la reencarnación. Este grupo, como
los dos anteriores, desapareció al luchar contra Roma. Precisamente se
desencadenó esta lucha en el año 66 d.C. por los celotes («los celosos»).
Ellos eran fanáticos de la libertad y de una exagerada espera en los momentos
culminantes de la vida y de la historia.
Por último, mencionaremos a un grupo importante
por su influencia literaria: los maestros de la ley (escribas, letrados
o rabinos). Ellos enseñaban la religión y las tradiciones, y explicaban las
Escrituras. En su mayoría eran laicos. Enseñaban en el templo (Lc 2.46) o en
las sinagogas (Hch 15.21). Ejercían mucha influencia por su piedad y erudición.
Hacían estrictas interpretaciones de la ley, creían en cierta libertad humana,
pero limitada por la providencia. Creían en la resurrección y en los ángeles,
en la venida del Mesías y en la reunión final de todas las tribus de Israel. Su
marcado carácter separatista los volvió presumidos, y con eso disminuyeron su
fuerza espiritual. Junto con los fariseos, se opusieron fuertemente a Jesús (Mt
23). Sus enseñanzas se conservaron en la llamada «literatura rabínica», escrita
después del Nuevo Testamento.
Aspecto literario
La literatura cristiana, ante todo el Nuevo
Testamento, se inspira en el Antiguo Testamento y en el judaísmo contemporáneo.
Esto es llamativo, porque el Nuevo Testamento y los primeros escritos
cristianos se hicieron en griego. En efecto, sin importar la influencia griega,
muchas palabras, mensajes y enseñanzas corresponden al espíritu hebreo. La
enseñanza era primero oral y en arameo, luego se vertió al griego, pero
conservando su cualidad judía. Así, en el Nuevo Testamento conservamos palabras
como: abbá y marana ta.
El cristianismo primitivo se originó a partir
del pueblo judío (Hch 2.46), y poco a poco fue distinguiéndose de éste, hasta
separarse del todo. La separación definitiva fue motivada por el mismo mensaje
proclamado: no es requisito ser judío para ser cristiano (Hch 15.1–35). Así,
muchas personas que no eran judías se integraron a la iglesia y contribuyeron a
la separación (Ro 11.11–12). Esa separación era de esperarse de todas formas,
pues la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, existe porque con su vida, muerte,
resurrección, presencia y actuación subsiguientes, se ha realizado un
acontecimiento totalmente nuevo. Es la nueva creación (Mc 1.27; 2.21–22; Jn
13.34; Gl 6.15; Ef 2.15). Además, este nuevo acontecimiento se transmitió con
formas literarias nuevas, como los evangelios, y con la transformación de
formas tradicionales, como las cartas.
El Nuevo Testamento y el
ambiente griego
Las grandes conquistas militares de Alejandro
Magno en Asia (año 333 a.C.) hicieron que la cultura griega se difundiera por el
occidente asiático, por el norte de África, por el sur de Europa y por Roma
misma. No es de extrañar que, para el siglo I d.C., el griego fuera el idioma
de las personas cultas de la zona del mar Mediterráneo, e incluso la lengua
popular en muchas de las regiones de la zona. Esta difusión de la cultura
griega es lo que se ha denominado «helenismo».
Dado que el pueblo de Israel sufrió diversas
deportaciones masivas a lo largo de la historia, era común encontrar
comunidades judías fuera de Palestina. Esas comunidades constituyeron lo que se
llama el judaísmo de la «diáspora» o dispersión. Aunque estas comunidades
siguieron fieles a sus tradiciones religiosas (por ejemplo, Hch 16.13),
adoptaron el griego como idioma propio. Hoy se acepta que después del año 70
d.C. eran más los judíos de la diáspora, que los que vivían en Israel. Fue así
como en la comunidad judía de Alejandría (Egipto) se tradujeron al griego las
Escrituras israelitas. La principal de estas traducciones es la «versión de los
Setenta» o Septuaginta (LXX), la cual se convirtió en el texto de uso común de
los cristianos de habla griega.
También en Jerusalén hubo un grupo de judíos
cristianos que hablaban griego (Hch 6.1). Eso hizo posible la difusión del
evangelio en las comunidades de la diáspora y entre los paganos (Hch 11.19–20).
El judío más notable entre la diáspora es, sin duda, Pablo de Tarso. Pablo fue
primero perseguidor de cristianos y luego, convertido ya al cristianismo, fue
seguidor y propagador celoso de Cristo entre los paganos (Gl 1.14). Sus viajes
misioneros abarcaron la mayoría del mundo conocido hasta entonces y sus cartas
constituyen una parte muy importante del Nuevo Testamento.
Por todas estas razones no es extraño que el
Nuevo Testamento se hubiera escrito en griego, aunque algunos manuscritos y
tradiciones anteriores puedan sugerir que al inicio se escribieron en hebreo y
arameo. Sin embargo, lo cierto es que su redacción y texto definitivos se
hicieron y se conservaron en griego.
El Nuevo Testamento y el
ambiente romano
Alrededor del siglo II a.C. el poder militar de
Roma se había apoderado de todo el Mediterráneo. A partir del 63 a.C. Palestina
quedó sometida al poderío militar y político de Roma.
Al inicio, los gobernantes judíos conservaron el
título de reyes, aunque estuvieran sometidos al poder romano. El Nuevo
Testamento destaca a Herodes el Grande, quien gobernó Palestina del 37 al 4
a.C. Fue bajo su mandato cuando nació Jesús (Mt 2.1–20; Lc 1.5). Cuando Herodes
murió, el reino se dividió entre sus tres hijos: Arquelao gobernó Judea y
Samaria hasta el año 6 d.C., Herodes Antipas en Galilea y Perea, hasta el 39
d.C., y Filipo en el nordeste del Jordán, hasta el 34 d.C. (Mt 2.22; Lc 3.1).
Hacia el año 6 d.C., el emperador romano Augusto quitó del reino a Arquelao, y
Judea y Samaria pasaron a ser propiedades del Imperio Romano. Los nuevos
cambios administrativos incluyeron nuevas autoridades romanas (los prefectos y
los procuradores). El más conocido de todos en la historia cristiana es Poncio
Pilato, prefecto de Judea (26–36 d.C.) que condenó a muerte a Jesús (Mt
27.1–26).
Para el año 37 d.C., el rey Herodes Agripa
sustituía a Filipo, y en el 40 d.C. a Herodes Antipas. En el año 41 d.C.
Herodes Agripa extendió su dominio hacia Judea y así reconquistó un reino tan
grande como el que había tenido su abuelo Herodes el Grande (Hch 12.1–19).
Herodes Antipas murió en el año 44 d.C. (Hch 12.19–23), y con ello toda
Palestina pasó a manos de los romanos. Esto duró hasta el año 66 d.C., cuando
se produjo la guerra judía (Hch 23.24; 24.27).
Entonces Roma desplegó su fuerza militar por
todo Israel. Los soldados se organizaban por «compañías», las que tenían a su
cargo velar por la adoración del emperador en todo el imperio. Diez compañías
formaban una legión (unos 6.000 hombres). Los soldados debían facilitar las
conquistas y aplacar las rebeliones. Vigilaban las fiestas judías, las
prisiones y las ejecuciones (Mt 28.11–15; Lc 23.47; Jn 19.2,23–24,34). Pese a
ello, también los soldados se acercaban a Jesús y al cristianismo (Mt 8.5–13;
27.54; Lc 23.47; Hch 10; 27.3–11). En su carta a los efesios, Pablo compara al
cristiano con un soldado romano (Ef 6.10–18).
El creciente descontento del pueblo judío hacia
los romanos llegó a su punto máximo en el año 66 d.C. En ese año, los «celotes»
organizaron una rebelión contra Roma. La lucha duró cuatro años. En el primer
año de guerra, Roma decidió que los gobernadores de Palestina debían seguir
siendo generales del ejército, a quienes llamaron «legados». El primero de
ellos fue Vespasiano, quien en el año 69 d.C. fue proclamado emperador. La
rebelión judía fue aplacada con la intervención de los ejércitos romanos que
conquistaron Jerusalén y destruyeron el templo en septiembre del año 70 d.C.
(Mt 24.2; Lc 21.20). Esta derrota se debió a la superioridad militar de los
romanos y a las irreconciliables disputas internas de los judíos.
Con la caída de Jerusalén también desaparecieron
las autoridades del Sanedrín, o Junta Suprema de los judíos; las familias
sacerdotales se vieron diezmadas, y el grupo de los maestros de la ley empezó a
desaparecer. El cargo de sumo sacerdote resultó obsoleto, al igual que el culto
del templo. Las enseñanzas religiosas, tradicionales y culturales se reorganizaron
alrededor de los rabinos y sus escuelas.
Fuera de Palestina, la iglesia cristiana supo
aprovechar bien los benefi- cios que ofrecía el Imperio Romano. La unidad
política y cultural facilitó la rápida propagación del evangelio por el mundo
pagano (Ro 15.19, 28; 1 P 1.1). Esto se debió en parte a que en un principio
las autoridades romanas no se oponían a la práctica de la religión judía ni de
la religión cristiana. Pero cuando la fidelidad a Cristo entró en conflicto con
los intereses de Roma, los primeros cristianos empezaron a ser martirizados y
perseguidos. Los cristianos se resistían a dar culto al emperador y a sus
dioses. A esto se agregó que muchas disposiciones contra los judíos también se
aplicaron a los cristianos (Hch 18.2). Esta tensa situación en que vivieron los
cristianos de los siglos I y II se refleja en 1 P 4.12–16 y en el libro de
Apocalipsis, donde Roma aparece como el enemigo número uno del cristianismo.
Cronología del Nuevo
Testamento
En el Nuevo Testamento no encontramos fechas que
nos ayuden a escribir una cronología tal como se hace hoy, con el calendario
moderno de uso universal. Sin embargo, encontramos detalles cronológicos
propios de la forma en que los judíos medían el tiempo. Esos detalles del Nuevo
Testamento, así como otros encontrados en obras seculares escritas en aquellos
tiempos, nos ayudan a fijar fechas aproximadas para los sucesos de la vida de
Jesús y la vida de la iglesia en el tiempo de los apóstoles.
La vida de Jesús
Su nacimiento.
Según Mateo 2.1, Jesús nació cuando Herodes el Grande era rey de Judea. Esto
quiere decir que su nacimiento no pudo ocurrir después de la muerte de Herodes.
El historiador judío Josefo dice en su libro Antigüedades que, antes de
morir Herodes, hubo un eclipse de luna. Sabemos que entre el año 5 y 4 a.C.
hubo varios eclipses. El que ocurrió precisamente antes de la muerte de Herodes
pudo ser el del 12 de marzo del 4 a.C. Josefo mismo dice que Herodes murió
antes de la Pascua del 11 de abril del 4 a.C. La fecha de la muerte de Herodes
tuvo que ser entonces a principios de abril de ese año.
En Lucas 2.1 se nos dice que Jesús nació durante
el tiempo en que se hacía el censo ordenado por el Emperador Augusto. Lucas nos
informa además que el censo fue realizado por el gobernador romano de Siria
llamado Quirinio. Por las pruebas encontradas en documentos del historiador
Josefo y otros documentos antiguos, algunos fijan como fecha probable de ese
censo el año 8 a.C.
De ese modo, lo único que podríamos afirmar es
que el nacimiento de Jesús tuvo lugar entre los años 8 a.C. (censo de Quirino)
y 4 a.C. (muerte de Herodes). La fecha que todos aceptan con más probabilidad
es la de los años 7 ó 6 a.C.
Su ministerio.
Sabemos que Jesús comienza su ministerio después de ser bautizado por Juan el Bautista,
y a su regreso del desierto (Lc 3.21–4.14), pero no tenemos datos de la fecha
exacta en que esto sucedió. Para fijar la fecha, recurrimos a la sincronización
que el evangelista Lucas hace del ministerio de Juan el Bautista (Lc 3.1).
Lucas nos dice que Juan comenzó su ministerio
cuando el emperador Tiberio ya llevaba reinando casi quince años. El
historiador Josefo asegura que Tiberio comenzó a reinar al morir Augusto en el
año 14 d.C. Esto quiere decir que el año 15 de su reinado sería el 28 ó 29 d.C.,
y que esa sería la fecha probable del comienzo del ministerio de Juan el
Bautista y de Jesús mismo.
También puede confirmarse esta fecha si se toma
en cuenta la cita de Juan 2.20, en la que se dice que la construcción del
templo llevaba ya 46 años. Según Josefo, Herodes comenzó la reconstrucción del
templo en el año 20 a.C. Sumando entonces 46 años, nos da la fecha de 27 ó 28
d.C.
Según Lucas 3.23, Jesús tenía unos treinta años
de edad cuando comenzó su ministerio y, de acuerdo con el Evangelio según Juan,
su ministerio pudo durar unos dos años y medio. Llegamos a esta conclusión
porque Juan menciona claramente tres Pascuas durante el ministerio de Jesús (Jn
2.13–23; 6.4; 7.2; 10.22; 12.1).
Su muerte. Según
el calendario judío, la Pascua en que murió Jesús se celebró el viernes 7 de
abril del año 30 d.C.
La iglesia en la época de los
apóstoles
Para hacer una cronología aproximada de todos
los acontecimientos importantes en la vida de la iglesia durante la época de
los apóstoles, recurrimos a los únicos sucesos narrados en el libro de Hechos
que pueden fecharse con precisión según fuentes judías y romanas. Es a partir
de esas fechas como se pueden fechar los demás sucesos (véase la Tabla
cronológica).
Primero que todo mencionemos la muerte del rey
Herodes Agripa I (Hch 12.23), ya que es la fecha que con más exactitud se puede
fijar. Según el historiador judío Josefo, Agripa fue nombrado rey de Palestina
poco después de que el emperador Claudio tomara el poder en Roma, en enero del
año 41 d.C. Según Josefo, Agripa reinó durante tres años, por lo que la fecha
de su muerte puede ser el 44 d.C.
Otro acontecimiento singular que se puede fechar
es la hambruna mencionada en Hechos 11.28, pues varios autores antiguos la
mencionan en sus libros (Josefo, Tácito y Suetonio), y en papiros egipcios se
registra el alto precio que alcanzó el trigo en esa época. Según esas fuentes,
hubo una gran hambruna entre los años 46 ó 47 d.C., cuando Tiberio Alejandro
era procurador de Judea.
Aunque no se puede confiar mucho en un historiador
tan tardío como Orosius (siglo V), cabe apuntar que él fecha el edicto del
emperador Claudio para expulsar de Roma a los judíos (Hch 18.2), en el año 49 ó
50 d.C.
Por último, en Hechos 18.12 se menciona el juicio de Pablo ante el
gobernador de Acaya, llamado Galión. Según una inscripción en latín encontrada
en Delfos, Grecia, el gobierno de Galión puede ubicarse entre el 51 y 53 d.C.
Libros recomendados
Harrington, Wilfrid J. Iniciación
a la Biblia. La plenitud de la promesa. Tomo II. Santander: Editorial «SAL
TERRAE», 1967.
Packer, J. I. El mundo del
Nuevo Testamento. Miami: Editorial Vida, 1985.
Paul, André. El mundo judío
en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid: Ediciones Cristiandad,
1982.
Saulnier, Ch. y Rolland, B. Palestina
en los tiempos de Jesús. Estella: Editorial Verbo Divino, 1981.
Schultz, Hans Jürgen. Jesús y su tiempo. Salamanca: Ediciones
Sígueme, 1968.
Ministerio
Sello de Dios (http://sello.cjb.net)
Ministerio
Adventista de Investigación Bíblica
Leydeamor@latinmail.com
Eso tan largo profe, no la haga así
ResponderEliminarUyy si profe :/
Eliminarhorrible,me van a salir ampollas y se me van a fracturar los dedos de tanto escribir,hágalo mas corto profe,no se así!
ResponderEliminarayúdenos!!!!
tarde pero comente...
ResponderEliminarone also gets tired, you teachers seem as if they were never burned this ETAA study, one also has responsibilities with other materiass not only this .. so please do not put those long work teacher if
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